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8 nov 2011

7 Habitos de la gente altamente farisea (...o religiosa)

‎7 Habitos de la gente altamente farisea (...o religiosa): Lea Lucas 18:9-14 

1.- Los fariseos confian en si mismos.

 2.- Los fariseos creen en su propia Justicia.

 3.- Los fariseos ven a los demás como inferiores.

 4. Los fariseos les gusta presumir sus logros y compararse con el que no los tiene.

 5. El fariseo se preocupa por como luce su aspecto exterior y como ejecuta sus talentos para que lo miren.

 6. El fariseo juzga basado en el estandar de la comparación con los demás siempre.

 7. El fariseo vive la vida basada en obras, presume lo que hace por otros y lo que da, siempre buscando el beneficio personal, es un pragmatista absoluto y cree que asi se gana el cielo.

4 ago 2010

Estad quietos, y conoced que yo soy Dios - Jonathan Edwards

Estad quietos, y conoced que yo soy Dios

(Salmo 46.10)
por Jonathan Edwards

ESTE salmo suena como un himno de la iglesia en tiempos de grandes convulsiones y desolaciones en el mundo. Es por eso que la iglesia se gloría en Dios como su amparo, su fortaleza y su pronto auxilio, aun en tiempos de las mayores tribulaciones y dificultades. “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes al corazón del mar; aunque bramen y borboteen sus aguas, y tiemblen los montes a causa de su ímpetu” (versículos 1, 2, 3).

La iglesia se enorgullece en Dios, no sólo por ser Él su ayudador, que la defiende cuando el resto del mundo se ve envuelto en desgracias y catástrofes, sino porque, como río refrescante, le da aliento y gozo, aun en medio de la calamidad pública. “Hay un río cuyas corrientes alegran la ciudad de Dios, el santuario de las moradas del Altísimo. Dios está en medio de ella; no será conmovida. Dios la ayudará al clarear la mañana” (vv. 4, 5). En los versículos 6 y 8 se declaran los cambios profundos y las calamidades que agitaban al mundo: “Braman las naciones, se tambalean los reinos; lanza él su voz, y se derrite la tierra. Venid, ved las obras de Jehová, que ha puesto asolamiento en la tierra”. En el texto que sigue se expresa de manera admirable la manera en que Dios libra a la iglesia de estas desgracias, especialmente de los desastres de la guerra y la furia de sus enemigos: “Que hace cesar las guerras hasta los confines de la tierra. Que quiebra el arco, rompe las lanzas y quema los carros en el fuego”. Es decir, Él hace que cesen las guerras cuando son contra su pueblo; Él quiebra el arco cuando se dobla contra sus santos.

Siguen entonces estas palabras: “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios”. La soberanía de Dios se manifiesta en sus grandes obras, las cuales aparecen descritas en los versículos anteriores. Esas mismas terribles desolaciones que Él desató en su designio de librar a su pueblo utilizando medios terribles muestran también su grandeza y su señorío. A través de todo eso demuestra su poder y soberanía, y así ordena a todos estar quietos, y conocer que Él es Dios. Porque, dice: “Seré exaltado entre las naciones; enaltecido seré en la tierra”.



De esto se pueden derivar observaciones interesantes

1. El deber de estar tranquilos delante de Dios, bajo las mercedes de su providencia. Esto implica que debemos mantener quietud de palabras, sujetándonos de hablar o de quejarnos contra los designios de la Providencia; no oscureciendo la razón con palabras de ignorancia, ni empleando el lenguaje pomposo de la vanidad. Debemos mantener quietud en nuestras acciones y en nuestra conducta, de modo que no contrariemos a Dios en sus designios. Y en lo tocante a la disposición interior de nuestros corazones, hemos de cultivar la calma y una serena sumisión de espíritu a la soberana voluntad de Dios, cualquiera que esta sea.

2. Podemos tener en cuenta el fundamento de este deber, esto es, la divinidad de Dios. El hecho de ser Dios es razón de sobra para que debamos estar quietos delante de Él, sin murmurar en lo más mínimo, sin objetar, sin oposición, sino tranquilamente y con humildad sometiéndonos a Él. ¿Cómo hemos de cumplir este deber de estar quietos delante de Dios? Sencillamente con un sentido de su divinidad, comprendiendo que el fundamento de ese deber es el conocimiento de que Él es Dios. Nuestra sumisión es la que corresponde a seres racionales. Dios no requiere que nos sometamos a Él a contrapelo de lo razonable, sino como viendo la razón y el fundamento de hacerlo así. De ahí que, la mera realización de que Dios es Dios puede ser suficiente para acallar toda objeción y oposición a sus divinos y soberanos designios.

Todo esto puede verse considerando lo siguiente:

1. Por cuanto Él es Dios, es un ser absoluta e infinitamente perfecto, siendo imposible que pudiera incurrir en error o maldad. Y como es eterno y no debe su existencia a ningún otro, no puede en medida alguna tener limitaciones en su ser ni en ninguno de sus atributos. Si algo tiene límites en su naturaleza, debe haber alguna causa o razón por la que esos límites están allí. De lo cual se deduce que toda cosa limitada debe tener alguna causa. Por lo tanto, aquello que no tenga causa tiene que ser ilimitado. Las obras de Dios demuestran con toda evidencia que su sabiduría y su poder son infinitos, pues quien hizo todas las cosas de la nada, que las sustenta, gobierna y maneja en todo momento y en todas las edades, sin cansarse, tiene que poseer un poder infinito. Tiene asimismo que ser infinito en el conocimiento; porque si Él hizo todas las cosas, y sin cesar las sustenta y gobierna todas, se sigue que él, continuamente y de una sola mirada, ve y conoce a la perfección todas las cosas, así las grandes como las pequeñas.

Lo cual no es posible sin un conocimiento infinito. Siendo, pues, infinito en conocimiento y poder, Dios tiene que ser también perfectamente santo. La falta de santidad supone siempre defecto y pobreza de visión. Donde no hay oscuridad ni engaño, no puede faltar la santidad. Es imposible que la maldad pueda coexistir con la infinita luz. Dios, siendo infinito en poder y conocimiento, tiene que ser totalmente autosuficiente. Es por lo tanto imposible que Él pueda caer en cualquier tentación o cometer alguna falta. No hay motivo por el cual pueda incurrir en nada semejante. Siempre que alguien es tentado a ceder a lo incorrecto, es por fines egoístas.

Entonces, ¿cómo podría un Ser todopoderoso —que no necesita de nada— ser tentado a hacer algo malo por fines egoístas? Es, pues, imposible que Dios, que es esencialmente santo, pudiera en ningún sentido incurrir en el mal.

2. Por el hecho de ser Dios, Él es tan grande que está infinitamente más allá de toda comprensión. Por tanto, es irrazonable de nuestra parte pretender juzgar sus decisiones, ya que las mismas son misteriosas. Si fuera un ser al cual nosotros pudiéramos comprender, no sería Dios. Sería irrazonable suponer nada más allá del hecho de que hay muchas cosas en la naturaleza de Dios, así como en sus obras y gobierno, que son para nosotros un misterio que jamás podremos discernir.

¿Qué somos y qué idea tenemos de nosotros mismos si esperamos que Dios y sus designios puedan estar al nivel de nuestro entendimiento? Somos infinitamente incapaces de tal cosa como comprender a Dios. Para nosotros sería menos irrazonable concebir que una cáscara de nuez pudiera contener al océano. Dice en Job 11.7ss: “¿Descubrirás tú las profundidades de Dios? ¿Alcanzarás el límite de la perfección del Todopoderoso? Es más alta que los cielos; ¿qué harás? Es más profunda que el Seol; ¿cómo la conocerás? Su dimensión es más extensa que la tierra, y más ancha que el mar”. Si pudiéramos tener sentido de la distancia que existe entre Dios y nosotros, entenderíamos lo razonable de la interrogación del apóstol Pablo en Romanos 9.20: “...oh, hombre, ¿quién eres tú para que alterques con Dios?”

Si creemos encontrarle faltas al gobierno de Dios, estamos virtualmente suponiéndonos capaces de ser sus consejeros; cuando en realidad más bien nos convendría, con gran humildad y adoración, clamar con el apóstol (Ro 11.33ss): “¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán inescrutables son sus juicios, e insondables sus caminos! Porque ¿quién penetró en el pensamiento del Señor? ¿O quién fue su consejero? ¿O quién le dio a él primero, para que le fuese recompensado? Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos de los siglos”.

Si hubiera niños que alzaran la voz para criticar a los cuerpos legislativos de su país o para poner en tela de juicio las decisiones del poder ejecutivo, ¿no se estimaría que se estaban entrometiendo en cosas demasiado elevadas para ellos? ¿Y qué somos nosotros sino bebés? Pues nuestras inteligencias son infinitamente menores que las de los bebés en comparación con la sabiduría de Dios. Lo sensato para nosotros es tener esto en cuenta y ajustar a ello nuestra conducta. Dice en el Salmo 131.1,2: “Jehová, no está envanecido mi corazón, ni mis ojos son altivos; no ando tras grandezas, ni tras cosas demasiado sublimes para mí. Sino que me he calmado y he acallado mi alma como un niño destetado de su madre”.

Esta sola comprensión de la infinita distancia entre Dios y nosotros, y entre el entendimiento de Dios y el nuestro, debería ser suficiente para acallarnos y para acatar con serenidad todo lo que Dios hace, no importa cuán ininteligible o misterioso nos parezca. Ni tampoco tenemos derecho alguno a esperar que Dios nos explique en particular la razón de sus actos o sus designios. Está más que justificado que Dios no nos dé a nosotros, gusanos del polvo que somos, razón de sus asuntos, que así podamos captar la distancia que nos separa de Él, y le adoremos y nos sometamos a Él en humildad y reverencia.

Podemos ver a este respecto por qué, cuando Job padecía sufriendo por designio divino crueles penalidades, Dios le respondió no explicándole las razones de su misteriosa providencia, sino haciéndole ver su condición de miserable gusano, de nada, y cuán lejos estaba él de la altura de Dios. Esta actitud divina estaba más en consonancia con Dios que haber entrado en algún debate con Job, o haberle revelado el misterio de sus dificultades.

Y para Job fue bueno someterse a Dios en aquellas cosas que no podía entender, a lo cual quiso traerle la respuesta divina.

Conviene que Dios habite en profunda oscuridad, o en luz que ningún ser humano puede resistir, la cual ninguno ha visto ni puede ver. Nada hay de extraño en que un Dios de infinita gloria resplandezca con una brillantez demasiado viva y potente para el ojo humano. Porque los mismos ángeles, esos espíritus poderosos, aparecen cubriendo sus rostros ante esta luz (Isaías 6).

3. Siendo que Él es Dios, todas las cosas son suyas, por lo cual tiene derecho a disponer de ellas a su antojo y placer. Todas las cosas de este mundo inferior son suyas. “...Todo lo que hay debajo del cielo es mío” (Job 41.11). “He aquí, de Jehová tu Dios son los cielos, y los cielos de los cielos, la tierra, y todas las cosas que hay en ella” (Dt 10.14). Todas las cosas son suyas porque todas proceden de Él; son totalmente de Él y de solamente de Él.

Aquellas cosas hechas por los hombres no son enteramente de ellos. Cuando un hombre edifica una casa, no es completamente suya; ninguno de los materiales con que fue hecha le debe su origen. Todas las criaturas son total y completamente fruto del poder de Dios.

Es lógico, por lo tanto, que todas sean para él y estén sujetas a su voluntad (Pr 16.4). Así pues, como todas las cosas vienen de Dios, así todas se sostienen por Él, y se hundirían en la nada en un instante si Él no las sostuviera. Y todas son para Él. “Porque de él, y por él, y para él son todas las cosas” (Ro 11.36). “Porque por él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, las visibles y las invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas tienen consistencia en él” (Colosenses 1.16,17). Toda la humanidad es suya: sus vidas, su aliento, su ser; “porque en él vivimos y nos movemos y somos”. Nuestras almas y nuestras capacidades le pertenecen.

“He aquí que todas las almas son mías; como el alma del padre, así el alma del hijo es mía” (Ez 18.4).

4. Comoquiera que Él es Dios, es digno de ser soberano sobre todas las cosas. A veces los hombres poseen más de lo que son dignos de poseer. Pero Dios es no solamente dueño de todo el universo, siendo que todo procede y depende de Él, sino que tal es su perfección, la excelencia y dignidad de su naturaleza, que es digno de ser soberano por sobre todo. Nadie deberá osar oponerse a que Dios ejerza la soberanía del universo como si no fuera digno de ello, pues el ser soberano absoluto del universo no es gloria ni honor demasiado grandes para Él.

Todas las cosas en el cielo y en la tierra, ángeles y hombres, son nada en comparación con Él; todas son como la gota de agua en el balde o como el grano de arena en la playa. Es así adecuado que cada cosa esté en sus manos, para que Él disponga según le plazca. Su voluntad y su deseo son de infinitamente mayor importancia que los de las criaturas. Es correcto que su voluntad se cumpla, aunque fuere contraria a la de todos los demás seres; que Él haga de sí mismo su propio fin; y que disponga todas las cosas para sí. Dios está dotado de tales perfecciones y excelencias que tiene título a ser el soberano absoluto del mundo.

Ciertamente, conviene mucho más que todas las cosas estén bajo la dirección de una sabiduría irreprochable y perfecta que expuestas a caer en confusión o sujetas a causas sin control. Más aun, no es bueno que ningún negocio dentro del gobierno de Dios pueda quedar sin la dirección de su sabia providencia, muy especialmente aquellas cosas de mayor importancia.

Es absurdo suponer que Dios pudiera estar obligado a prevenir a cualquier criatura de pecar y de exponerse a castigo adecuado. De ser así, resultaría que no puede haber tal cosa como un gobierno moral de Dios sobre individuos razonables, y sería arbitrario para Dios dar mandamientos ya que Él mismo sería la parte comprometida a observar la conducta y estarían fuera de lugar las promesas o las amenazas. Pero si Dios puede dejar que alguien peque y se exponga a castigo, entonces resulta mucho más apropiado y mejor que el asunto sea tratado con sabiduría —quién en justicia debe a causa del pecado quedar expuesto a castigo y quién no— que permitir que venga por la confusión o el azar.

No es digno del Gobernador del universo dejar las cosas al azar; lo natural para Él es gobernar todas las cosas por medios de sabiduría. Y así como Dios posee sabiduría que lo autoriza para ser soberano, así también tiene el poder que lo capacita para ejecutar lo que aconseja la sabiduría. Más aun, Él es esencial e invariablemente santo y justo, e infinitamente bueno, por lo que está perfectamente calificado para gobernar el mundo de la mejor manera posible.

Por lo tanto, cuando actúa como soberano del mundo, lo indicado para nosotros es estar quietos y someternos de buen grado, sin objetar en manera alguna que Él tenga la gloria de su soberanía; por el contrario, conscientes de su dignidad, reconocerla con gozo, diciendo: “Tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos”, y repetir con aquellos en Apocalipsis 5.13: “Al que está sentado en el trono ... sea la alabanza, el honor, la gloria, y el dominio...”

5. Por cuanto Él es Dios, será soberano y actuará como tal. Él se sienta en el trono de su soberanía y su reino rige sobre todos. En su soberano poder y dominio será exaltado, como Él mismo declara: “Seré exaltado entre las naciones; enaltecido seré en la tierra”. Él hará saber a todos que es el supremo Señor de toda la tierra. Él efectúa su voluntad entre las huestes del cielo y entre los habitantes de la tierra, y nadie puede detener su mano. No puede haber tal cosa como frustrar, entorpecer o invalidar sus designios, pues Él es grande en el pensamiento y maravilloso en la acción. Su consejo prevalecerá, y Él hará todo lo que le plazca.

No hay sabiduría, ni inteligencia, ni talento que pueda ir contra el Señor. Cualquier cosa que Él quiera hacer será para siempre; nada le será añadido ni quitado. Cuando Él actúe, ¿quién le opondrá reparos? Él puede, si quiere, hacer trizas a sus enemigos. Si los hombres se juntan contra Él para estorbar u oponerse a sus designios, Él “quiebra el arco, rompe las lanzas, y quema los carros en el fuego”. Él mata y hace vivir, derriba y levanta, todo según el consenso de su voluntad. Dice en Isaías 45.6,7: “Para que se sepa desde el nacimiento del sol, y hasta donde se pone, que no hay más que yo; yo soy Jehová, y ninguno más que yo, que formo la luz y creo las tinieblas, que hago la paz y creo la adversidad. Yo soy Jehová, el que hago todo esto”.

Ni los eminentes, ni los ricos, ni los sabios pueden impedir o torcer la voluntad de Dios. Él despacha chasqueados a los doctos y no rinde pleitesía a los aristócratas ni concede privilegio a los ricos sobre los pobres. Hay muchos subterfugios en el corazón humano; pero el consejo del Señor y los pensamientos de su corazón permanecerán a través de todas las generaciones. Cuando Él concede paz, ¿quién puede crear problemas? Y si oculta su rostro, ¿quién puede contemplarlo? Lo que Él derriba no puede ser reconstruido y al que silencie así se queda. Cuando Él se proponga algo, ¿quién se lo estorbará? Y cuando extienda su mano, ¿quién hará que la recoja? No hay por lo tanto manera de impedir a Dios ser soberano ni que actúe como tal. “De quien quiere tiene compasión y al que quiere endurecer, endurece” (Ro 9.18). Él tiene las llaves del infierno y de la muerte: abre, y no hay quien cierre; cierra, y no hay quien abra. Esto puede hacernos ver la insensatez de ponernos en contra de los soberanos designios de Dios; y cuán sabios son aquellos que quietamente y de buen ánimo se someten a su soberana voluntad.

6. Como que Él es Dios, está en posición de vengarse de aquellos que se opongan a su soberanía. Él es sabio de corazón y poderoso en fortaleza; ¿quién podrá endurecerse contra Dios y salir airoso? A esto tiene que responder todo el que intente contender con Él. Y ay del miserable que quiera pelear contra Dios, ¿podrá defender su posición delante de Él? A cualquiera de sus enemigos al que mueva el orgullo, el Señor le mostrará que está por encima de ellos. Vendrán a ser como la paja en el viento, o como grasa de carneros; el fuego los consumirá y desaparecerán. “Quién pondrá contra mí en batalla espinos y zarzas? Yo los hollaré, los quemaré a una” (Isaías 27.4).

22 jul 2010

Diez Monedas y Una Camisa. Paris Reidhead (1 de 5)



Damos las gracias al dueño del canal LaRedencionEstaCerca por publicar este sermón, lo habia escuchado hace unos años en el sitio www.sermonindex.net pero se agradece la ardua labor de traducirlo también a VolvamosAlEvangelio donde fue publicado orginalmente, si quieren ver las demás partes en ambos canales de YouTube, pueden encontrarlas.

Bendiciones

12 jun 2010

Predicaciones de Kathryn Kuhlman en Sermon Index

He leído mucha desinformación sobre esta gran hermana evangelista y lo que predicaba, que no te digan otros lo que ella predicaba, mejor escucha por ti mismo, sermonindex.net tiene sus predicaciones, te dejo el enlace:


http://www.sermonindex.net/modules/mydownloads/viewcat.php?cid=115

29 mar 2010

Que es el Seol o Hades

Este escrito del hermano David Cox contiene lo que la biblia dice sobre el Seol, algunos creen que seol es el sepulcro, o confunden el lago de fuego o segunda muerte con el infierno.

El Infierno y El Cielo
Con Estudios sobre: El Hades,
el Paraíso, El Cielo, y El Poso

Se puede fotocopiar e imprimir libremente este folleto

Este folleto es un resumen breve de un estudio más profundo sobre La Doctrina del Castigo de Dios. (folleto)

Secciones: El Seol y el Hades, Elisium, Tártaras, Rebelión de Coré, el Paraíso, el Pozo, el Abismo, y el Infierno, Las Torturas del Infierno, La Finalidad de la Muerte, El Por Venir, El Cielo y el lugar de Placer, Jesús entre su muerte y resurrección.

Ve también 34 Infierno

Los temas del castigo y juicio son mencionados unas 234 veces en los 264 capítulos del Nuevo Testamento. Es interesante que sepamos más sobre el infierno por medio de las enseñanzas de Jesucristo que cualquier otro. Ocupó un lugar importante en la mente de Jesús, y avisó a quienes que les escuchó para que ellos eviten tal lugar y el castigo que en ello hay.

El “Seol” y el “Hades”

La Biblia describe el Seol como el lugar de “tinieblas y sombras de muerte” Job 10:21. Mientras la muerte separa la persona del mundo de los vivos, pero para los salvos es una reunión con los muertos conocidos (Gén. 15:15; 25:8; 35:29; 37:35; 49:33; Núm. 20:24, 28; 31:2; Deu 32:50; 34:5; 2ª Sam. 12:23).

El A.T- habla del “Seol” que es "el lugar de los muertos", y nunca usa esta palabra para el “sepulcro” donde están los cadáveres descomponiéndose normalmente (Números 16 para la excepción de Coré). “Seol” significa en hebreo “demandar”, y probablemente viene del concepto que es el lugar que demanda la presencia de cada ser humano sin excepción (Hebreos 9:27). Nadie puede escapar la fuerza de la muerte. “Hades” viene de un conjunto de palabras, “no” y “visto”. El Seol o Hades es el mismo lugar, y es un lugar temporal.

Antes de la resurrección de Jesús, hubo dos tipos de personas allí en el Seol, los redimidos y los inconversos. Hubo tres compartimientos (Proverbios 7:27 “las cámaras del Seol”). Estos lugares fueron el Paraíso (para los salvos), el abismo o Infierno (para los inconversos), y Tártaras (para los demonios).

Probablemente el concepto de un abismo o pozo tiene algo de ver con un sentir de caerse en aquel lugar, que es cuando alguien es afuera de control de sí mismo.

“Hades” es una palabra solamente en el Nuevo Testamento que corresponde al “Seol” del A.T. La Septuaginta (la traducción del Antiguo Testamento al griego que usaron los autores del Nuevo Testamento) usa la palabra “hades” para el hebreo “Seol”. Hades es una palabra distinta que la palabra “muerte”.

Los griegos en su mitología dividieron el hades en dos lugares, el Elisium, o el lugar de los buenos, y el Tártaras, el lugar de castigo para los malos. Anotamos que esto es muy parecido a lo que Jesús enseño en la historia de Lázaro y el hombre rico Lucas 16:19-31 nada más que Jesús usó los nombres “seno de Abraham” (un lugar de placer) y “Hades” (un lugar de tormenta).

Rebelión de Coré – En Números 16:30,33 la Biblia hace el comentario sobre los rebeldes de Coré, que "Jehová hiciere algo nuevo, y la tierra abriere su boca y los tragare con todas sus cosas, y descendieren vivos al Seol... descendieron vivos al Seol, los cubrió, la tierra, y perecieron." De esto relato, debemos entender que Seol no es nada más la muerte, sino una existencia continuada después de la muerte física donde hay extremo sufrimiento para algunos (Prov. 15:24). Sin duda la Biblia presenta un lugar de castigo y tortura física y real.

Antes de la resurrección de Jesucristo, los salvos se fueron al seol después de la muerte (Gén. 37:35; 42:38; 44:29, 31), a la cámara que se llama el paraíso (Lucas 23:43) o el seno de Abraham (Lucas 16:22). Sabemos que Jacobo es un creyente, pero vemos que Jacobo entendió que iba al Seol (Génesis 37:25, 42:38; 44:29; 44:31) aun que claramente esperaba en la salvación de Dios. David en Salmo 16:10 afirmó su convicción que Dios no iba a dejar su alma en el Seol. En el libro de Job, Job quiso ir al Seol para librarse de la tormenta que Satanás estaba haciéndole en la tierra (Job 7:9-10; 11:8; 14:12-13; 17:13, 16; 21:13; 24:19; 26:6).

Hasta la resurrección de Jesús hubo tres cámaras o departamentos en el Seol-Hades que se llaman el paraíso (que era un lugar de agrado para los salvos), y otro lugar que se llama el abismo, pozo, o el infierno en el N.T. (que era un lugar de tormenta). Vemos que Jesús avisó al ladrón en la cruz que aquel mismo día iban los dos al paraíso (Lucas 23:43), y también sabemos que después de su muerte se fue al Seol-Hades (Hechos 2:24, 27, 31; Salmo 16:10; Hechos 13:33-39). De esto concluimos que el paraíso en este punto se ubicaba en una parte del Seol-Hades. Después de la resurrección, hay solamente el lugar de los demonios (Tártaras) y el infierno o gehena (el pozo o abismo) en el Hades-Seol, y por eso Hades llegó de ser sinónimo con el lugar de tormenta.

De Lucas 16 vemos estos el infierno y el lugar de placer muy claramente, y que hay un gran sima (un gran espacio, un golfo) entre los dos lugares que impide o hace imposible que se traspasan de un lugar al otro.

El Pozo, Abismo, Infierno

El “pozo” y el “abismo” son palabras del A.T. que representan el lugar de tormenta en el Seol, que es un lugar real que es espantoso. Jesús lo describió con palabras bien tenebrosas para motivar a los hombres de evitarlo a cualquier costo (Mat. 5:29-30; 10:28; 18:9; 23:33; Marcos 9:43-47; Lucas 12:5).

El lugar fue creado por Dios para castigar a Satanás y sus demonios (Mat. 25:41; 2ª Pedro 2:9) y Dios tiene que engrandecerlo para cada ser humano que se va a allí (Isaías 5.14; Habacuc 2:5). Pero aun nunca se sacia, es “tragón” (Prov. 27:20; 30:15-16).

El infierno – El infierno (Gehena en griego) viene de las palabras valle (“Ge”) y “Hinom” un nombre, y es el nombre de un valle actual en Israel, que tiene barrancas muy empeñadas. En 2ª Crónicas 33:6, el Rey Manasés se hizo a Israel de pasar a sus niños por el fuego (sacrificio humano) en adoración al dios Moloc. Después lo odiaban, y lo usaron para cosas inmundas, como para tirar basura, animales muertos, los cadáveres de los extranjeros y criminales muertos. Pusieron a fuego siempre allí para quitar el olor.

La Biblia siempre habla de Gehena como abajo y adentro de la tierra (Job 11:8; Lucas 10:15), y es aun allí abierto a los ojos de Dios (Job 26:6; Salmo 139:8,11; Prov. 15:11; Hebreos 4:13). Los malvados y los que se olvidan de Dios están allí (Salmo 9:17), con los fariseos (Mateo 23:33), y los hipócritas (Mateo 24:51). Es el lugar de juicio y condenación (Mateo 23:33; 25:46).

Las torturas del infierno – son reales y intensos como lo vemos en Lucas 16:24. Hay dolor intenso (Job 26:5). Las personas en el infierno tienen todas sus capacidades mentales y sentimientos físicos, y sus conciencias. Es una prisión donde uno no tiene libertades sino que uno está detenido bajo las leyes de allí (Salmos 116:3; 118:5). No hay descanso allí (Apoc. 14:9-11). Hay un fuego actual (Mateo 5:22; Lucas 16:23) pero los cuerpos no son consumidos por este fuego. Causa el dolor pero no se acaba o termina nunca. Hay azufre que es actualmente brea como chapapote (Isaías 34:8-10; Apoc. 14:10; 19:20; 20:10; 21:8). Hay el crujir de dientes que significa grande angustia y dolor (Mateo 13:42; Lucas 16:24). Hay el lloro (Mateo 13:42) que es una expresión de angustia o dolor. Hay gusanos que comen el cuerpo para la eternidad (Marcos 9:47-48). Sobre todo es un lugar no deseado por los que están allí (Mateo 5:29-30; 18:8-9; Lucas 16). Además parece que hay niveles de castigo Mateo 10:15; 11:22, 24; Lucas 10:12, 14; 20:47).

Tártaras

El tercer cámara de Seol parece de ser Tártaras, y se menciona una sola vez en 2ª Pedro 2:4 donde dice que los demonios están ahora allí en prisiones esperando su juicio. En Apocalipsis 6:8 Dios va a librarles por un rato para atormentar a los seres humanos antes de los eventos finales.

La Finalidad de la Muerte

El hombre es dado un poco de tiempo sobre la tierra (Job 7:1-3), y en Hebreos 9:27 dice "Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio.". Job 7:9,10 dice "el que desciende al Seol no subirá; No volverá más a su casa, ni su lugar le conocerá más." Antes de la muerte es la única oportunidad para evitar el lugar de castigo (Sal. 9:17, Ezequías 31:16) por aceptar a Jesús.

El por venir

Estos lugares son temporales esperando el juicio de Dios (Job 21:29-30), porque en Apocalipsis, dice que Dios va a vaciar el infierno (Gehena) delante de Él en el Gran Trono Blanco para juzgar a las naciones (Apocalipsis 20:13). Entendemos que “naciones” refiere a los inconversos. Después de este juicio, Dios echará a todos ellos en el lago de fuego (Apoc. 20:14; 21:8), que entendemos que es peor que el infierno, y es un lugar de tormenta física también, y desde allí, sí va a ser para siempre y permanente, tiempo sin fin.

El Cielo – Lugar de Placer y Dios

Recordamos que vida empezó con Dios en un huerto. La palabra persiana “paraíso” viene de los reyes del oriente que hicieron un huerto protegido y cultivado para sus placeres. Salomón tuvo unos famosos huertos con abundante agua, un símbolo de lujo y recreo en las tierras áridas. Isaías 51:3 y Ezequiel 36:35 hablan del huerto del futuro Israel. Jesús lo usó “paraíso” en Lucas 23:43 (ladrón en la cruz que se arrepintió) como fuera algo entendido entre ellos y que no necesita explicación. Apocalipsis 2:7 dice “Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios.” Entonces al final del tiempo los salvos irán a estar con Dios en “el paraíso” otra vez.

También los del Antiguo Testamento tuvieron un concepto de una resurrección de justos y de injustos (Óseas 13:14; Isaías 14:9), y entonces el Seol era un lugar temporal hasta este tiempo. Jesús también enseñó claramente que vendrá dos resurrecciones, una de los salvos para la vida eterna, y otra de los inconversos para juicio y condenación (Juan 5:28-29).

Jesús entre su muerte y resurrección

En el A.T. el paraíso era una cámara del Seol donde Jesús se fue después de su muerte (Efesios 4:8-10; Hechos 2:24, 27, 31; Salmo 68:18; Isaías 42:7) para predicarles (1ª Pedro 3:19) o explicarles explícitamente los detalles de la salvación que ellos esperaban. También Jesús afirmó que el día de su muerte el ladrón iba a estar con Él en el paraíso (Lucas 23:43), pero en Juan 20:17 inmediatamente después de su resurrección todavía no había subido al cielo a ver el Dios el Padre todavía.

Entonces después de la resurrección de Jesucristo, se fue al Paraíso, una cámara en el Seol-Hades, y luego llevó consigo a todos del paraíso con Él al cielo. También cuando resucitó Jesús, muchos muertos del A.T. se resucitaron con Jesús y caminaban la tierra Mat. 27:52-53.

Luego Pablo menciona claramente que “subió” al tercer cielo, al paraíso (2ª Corintios 12:2-4). El primero cielo es la atmósfera de la tierra, el segundo es donde radican el sol y las estrellas, y el tercer cielo es donde radican Dios y los ángeles. Después de la resurrección de Jesús, la Biblia presenta que los cristianos van directamente al cielo con Dios cuando mueren (Fil. 1:23 “estar con Cristo”; 2ª Cor. 5:6-8 “ausentes del cuerpo y presentes al Señor”; Hechos 7:59).


3 feb 2010

The Manna Reserve – A fountain of Faith and Spirit Filled content

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20 jun 2009

Para gente de verdad Bereana: KENNETH E. HAGIN

Mucha gente sabe lo que "se dice" de este maestro de la Palabra de DIos, pero pocos en verdad lo han leido o escuchado, para aquellos que quieran de primera mano escucharlo y saber que predica de veraz, con ganas en serio de estudiar y que SEPAN INGLES, les dejo 38 años de predicaciones de Kenneth E. Hagin en TORRENT.

El enlace al torrent lo pueden hallar acá, en caso de desactualizarse mandarme un mensaje y lo vuelvo a colocar.

Por ultimo aclaro que necesitaran un disco duro grande son 41 gigas de predicaciones, aunque los archivos se pueden bajar de forma individual con un gestionador de TORRENTS como el utorrent


P.D. Agradecemos al hermano ciberpastor por el dato de dicha página.

4 ago 2008

John Wesley contra los murmuradores

Pareciera que John Wesley hace unos 250 años viera al futuro y describiera la situación actual de la comunidad cristiana de internet, lo que comparto no es mala onda, simplemente me gustaría verles hablando la Palabra, predicando el evangelio en lugar de andar difamando y calumniando hijos de Dios por intenet, les dejo este sermón para que lo mediten:

Tomado de:
http://wesley.nnu.edu/espanol/Sermones%20de%20J.%20Wesley%20Tomo%20II/sermon49.htm

SERMON 49 de John Wesley

EL REMEDIO DE LA MURMURACION



ANALISIS DEL SERMON XLIX

Diferencia entre la murmuración y la mentira o la calumnia. El predominio de este pecado y lo difícil que es evitarlo. Peligro de caer en él con motivo de una santa indignación en contra del pecado. El método de nuestro Señor.

I. Reconvención privada, en el espíritu de amor personal, por medio de un mensajero de confianza, o por carta. Este primer paso es absolutamente necesario, excepto cuando peligran la vida, la propiedad o intereses importantes de otras personas.

II. Reconvención en la presencia de testigos. Se deben es­coger con mucho tino. Método de proceder. No se debe dejar de tomar este paso.

III. Se apela a la iglesia. A las autoridades competentes. No se debe dejar de tomar este paso y debe darse a buen tiempo.

Exhortación a que se siga esta regla, y a desechar toda clase de murmuración.

SERMON XLIX

EL REMEDIO DE LA MURMURACION

Si tu hermano pecare contra ti, ve, y redargúyele entre ti y él solo: si te oyere, has ganado a tu hermano. Mas si no te oyere, toma aún contigo uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Y si no oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por étnico y publicano (Mateo 18: 15-17).

1. "No murmuréis los unos de los otros," dijo el após­tol. Este es un mandamiento tan claro como el que dice: "No matarás." Empero, ¿quién es aquel, aun entre los cristianos, que respeta ese mandato? ¡Cuán pocos son los que lo en­tienden! ¿Qué es murmurar? No es lo mismo, como suponen algunos, que mentir o calumniar. Lo que dice el murmura­dor puede ser tan cierto como la Escritura, y sin embargo, ser murmuración. Porque murmurar no es otra cosa sino ha­blar mal de una persona ausente; contar algo malo, que dijo o hizo alguno que no está presente. Por ejemplo: Habiendo visto a cierto individuo en estado de embriaguez, o habiéndo­le oído jurar y blasfemar, voy y lo cuento en su ausencia. Esto es murmurar. Hablando más claramente se llama deni­grar. No es muy diferente de lo que por lo general se llama chismear. Si se cuenta el chisme en voz baja y de una ma­nera reposada, tal vez entretejiendo palabras que expresen nuestros buenos deseos respecto de la persona aludida, y las esperanzas que abrigamos de que las cosas no sean tan graves como parecen, entonces se llama cuchicheo. Pero de cualquier modo que se haga, siempre es lo mismo, es la misma cosa, la misma en sustancia aunque sean diferentes las circunstan­cias-es murmurar. Si mencionamos las faltas de alguna per­sona que esté ausente y que por lo tanto no pueda defender­se, hollamos bajo nuestras plantas el mandamiento: "No mur­muréis los unos de los otros."

2. ¡Qué pecado tan común es este entre los hombres de todas clases y condiciones! ¡Cuán fácilmente caen en él los nobles y los bajos, los ricos y los pobres, los prudentes y los tontos, los sabios y los ignorantes! Individuos que se diferen­cian en muchas cosas, se asemejan en esto. ¡Qué pocos son aquellos que pueden testificar en la presencia de Dios: "Es­toy limpio de esto; he puesto guarda a mi boca y guarda a la puerta de mis labios." ¿Qué conversación oís de la que no forme gran parte la murmuración, aun entre aquellas perso­nas que en lo general temen a Dios y desean con toda sin­ceridad conservar su conciencia sin ofender a Dios ni al hombre?

3. La generalidad con que se comete este pecado hace que sea difícil evitarlo. Como quiera que por todas partes nos rodea, si no nos apercibimos del peligro y velamos constante­mente en contra de él, corremos el riesgo de ser arrastrados por la corriente. En este respecto, casi todo el mundo, como quien dice, conspira en contra nuestra. Su ejemplo leuda nues­tra vida, no sabemos ni cómo, pero en forma que sin sentir imitamos a los demás. Añádase a ello que esta tentación exte­rior encuentra eco en nuestro interior, y casi todas las malas disposiciones de los hombres encuentran satisfacción en este pecado, y por consiguiente, nos guían hacia él. El relatar las faltas de otros, de las cuales creemos estar libres, halaga siem­pre nuestra soberbia. La cólera, el resentimiento y toda cla­se de mal genio encuentran alivio al hablar mal de aquellos en quienes se ensañan, y con frecuencia los hombres satisfa­cen sus deseos torpes y malignos, contando los pecados de Sus prójimos.

4. Es bien difícil evitar la murmuración porque con fre­cuencia nos ataca bajo disfraz. ¡Hablamos movidos de una in­dignación noble, generosa, pura, en contra de estas criaturas viles! ¡Servimos al diablo a impulsos de nuestro celo por Dios! ¡Sólo con el fin de castigar al trasgresor, caemos en este pecado! "Así se justifican las pasiones," como dice al­guien, y nos hacen cometer el pecado bajo el velo de la santidad.

5. Empero, ¿no hay medio de evitar este peligro? Indu­dablemente que sí lo hay. El Señor ha señalado claramente la vía a los que le siguen, en las palabras que hemos tomado por texto. Ninguno de los que andan con paso seguro y firme por este camino, caerá jamás en el pecado de la murmura­ción. Esta regla es un antídoto infalible o un remedio segu­ro de este mal. En los versículos anteriores dice nuestro Se­ñor: "¡Ay del mundo por los escándalos!"-fuente de mal que producirá miseria indescriptible en el mundo (escánda­lo es todo aquello que hace vacilar o que estorba a uno en el camino estrecho) -"porque necesario es que vengan es­cándalos." Es natural que vengan; tal es la malicia, la torpe­za y la debilidad humana. "Mas, ¡ay de aquel hombre"- desgraciado del hombre-"por el cual viene el escándalo!" "Por tanto, si tu mano o tu pie te fuere ocasión de caer"-si el pasatiempo más agradable, si la persona más útil y amada te hace salir del camino recto-"córtalo y échalo de ti."

Pero, ¿cómo podremos evitar el escandalizar a los demás y escandalizarnos nosotros mismos, especialmente si alguien hace mal y nosotros le vemos con nuestros propios ojos? El Señor nos enseña el modo de hacerlo. Asienta el método de evitar por completo los escándalos y la murmuración. "Si tu hermano pecare contra ti, ve, y redargúyele entre ti y él solo: si te oyere, has ganado a tu hermano. Mas si no te oyere, to­ma aún contigo uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Y si no oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por étnico y publicano."

I. 1. Primero. "Si tu hermano pecare contra ti, ve, y redargúyele entre ti y él solo." El mejor modo de poner en práctica esta regla, es seguirla al pie de la letra siempre que sea posible. Por consiguiente, si ves con tus propios ojos a un hermano, a un cristiano, cometer un pecado innegable, o le oyes con tus propios oídos, en forma que no es posible du­dar del hecho, tu deber es sumamente claro: luego que se presente la primera oportunidad, ve a él, acércatele, si pue­des, "y redargúyele entre ti y él solo."

Por cierto que se debe tener mucho cuidado de hacer esto en el verdadero espíritu y de la mejor manera. El buen éxito de una reprensión depende mucho del espíritu en que se hace. No te olvides, por consiguiente, de orar a Dios pro­fundamente, a fin de que puedas exhortar en el espíritu de mansedumbre, con una persuasión profunda, irresistible, de que Dios es quien te guía, y de que si algo se consigue, es Dios quien lo hace solamente. Pídele que guarde tu corazón, que ilumine tu mente, que bendiga las palabras que pronun­cien tus labios. Mira que hables en espíritu de humildad y mansedumbre; "porque la ira del hombre no obra la justi­cia de Dios." "Si alguno fuere tomado en alguna falta," sólo con "el espíritu de mansedumbre" se le puede restaurar. Si hace oposición a la verdad, sólo con la amabilidad se le puede persuadir a que la acepte. Habla, pues, en el espíritu de amor tierno que "las muchas aguas no podrán apagar." Nada puede vencer al amor, pero él todo lo vence, y ¿quién podrá calcular su fuerza? Confirma, pues, tu amor al pró­jimo, y así, "ascuas de fuego amontonas sobre su cabeza."

2. Mira que la manera como hables sea también confor­me al evangelio de Cristo, y evita en los ademanes, las pala­bras, los modales y el tono de la voz, todo aquello que tenga las apariencias de soberbia o vanagloria. Evita con esmero todo lo que parezca dogmático o altanero, arrogante o pre­tencioso. Cuida de que no haya ni la menor sombra de des­precio, desdén o grosería. Evita con el mismo empeño toda apariencia de cólera, y si debes hablar con toda franqueza, no uses reproches ni palabras ultrajantes, ni te exaltes-ha­bla cariñosamente. Sobre todo, mira que no haya ni el me­nor asomo de odio ni de mala voluntad. Evita la dureza o acritud en el lenguaje, y usa de palabras corteses y amables, como que fluyen del amor de tu corazón. Esta cortesía en las palabras no quita que hables de la manera más seria y so­lemne, hasta donde fuere posible, en los términos mismos de los Oráculos de Dios, puesto que no hay otros como ellos, y como que estás en la presencia de Aquel que ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos.

3. Si no se te presenta la oportunidad de hablarle en persona, si no puedes acercártele, dirígete a él por conducto de un mensajero, de un amigo mutuo de cuya prudencia y rectitud estés bien seguro. Ese amigo al hablar en tu nom­bre, y del modo y con el espíritu ya descritos, puede obtener el mismo resultado y suplirte bien. Sólo que mira bien, no sea que te figures que no se presenta la oportunidad a fin de no tomar la cruz, ni tomes por supuesto que no puedes acercarte a él, sino haz la prueba. Es preferible que le hables en persona, pero si no puedes, hazlo por conducto de un ami­go, esto es mejor que dejar de cumplir con tu deber.

4. Pero, ¿qué harás si no puedes hablarle en persona ni por conducto de un amigo mutuo de toda confianza? Si así fuere verdaderamente, no te queda más recurso que escribir­le, lo cual es muy preferible en ciertas circunstancias, como cuando la persona de quien se trata es de tan mal genio que no aguanta que se le hagan observaciones, especialmente si el individuo que se dirige a ella es un igual o inferior. Por carta se puede hacer de una manera tan amable, que no pue­da menos de tolerarse. Además, muchas personas leen lo que no permiten que se les diga, pues este método no lastima tan­to su soberbia, ni ofende su honor. Supongamos que la pri­mera lectura no hace ninguna impresión, tal vez lean la carta por segunda vez y al meditar sobre su contenido, guarden en sus corazones lo que antes despreciaron. Si firmas la carta es tanto como si fueses a hablarle cara a cara. Debes, pues, firmarla, a no ser que haya alguna razón especial para no hacerlo.

5. Debemos observar que el Señor no sólo nos manda tomar este paso, sino que es el primer paso que debemos dar antes de hacer otra cosa. No hay alternativa de ninguna cla­se, no hay término medio, este es el camino, entrad por él. Es bien cierto que nos permite tomar otras dos medidas, en caso de que fueren necesarias, pero éstas deben tomarse su­cesivamente después y no antes de dar el primer paso. Mu­cho menos debemos tomar otra medida antes ni después de ese paso. Hacer cualquiera otra cosa o no hacer esta no tiene disculpa.

6. No te disculpes al tomar cualquiera otra medida con decir: "No pude materialmente dejar de hablar de esto a otra persona, pues sentía yo un peso que me agobiaba." ¿Te sentías agobiado? Y con razón, pues te acusaba tu conciencia. Estabas bajo la culpa del pecado, desobedeciendo el manda­miento claro de Dios. Debiste haber ido inmediatamente a redargüir a tu hermano de su pecado, entre ti y él. Si no cumpliste con esto, no extrañes encontrarle agobiado, a no ser que tu corazón esté enteramente empedernido, puesto que al aborrecer a tu hermano en tu corazón, has pisoteado el mandato de Dios. ¡Qué modo de quitarle la carga de en­cima! Dios te reprocha ese pecado de omisión porque no re­darguye a tu hermano de su pecado, y al sentir este repro­che, te consuelas con otro pecado positivo, con ir a contar a otra persona la falta de tu hermano. La tranquilidad que se compra con el pecado cuesta muy cara. Espero en Dios que no tengas tranquilidad, sino que te sientas más y más ago­biado, hasta que vayas a tu hermano y le reproches su falta.

7. Esta regla tiene una sola excepción: puede presen­tarse el caso en que sea necesario acusar al culpable, aunque esté ausente, para proteger al inocente. Por ejemplo: supon­gamos que sabéis las malas intenciones que cierto individuo tiene respecto de los bienes o de la vida de un prójimo; que median tales circunstancias, que el único modo de evitar que tal individuo ponga en práctica sus designios, es decirlo a su víctima sin demora alguna. En tal caso, claro está que se de­be hacer a un lado la regla incluida en las palabras del após­tol: "No murmuréis los unos de los otros," y que es lícito, y aun de nuestro deber, hablar mal del ausente a fin de evitar que haga mal a otros y a sí mismo. Acordaos, sin embargo, de que toda murmuración es veneno mortífero. Por consiguien­te, si os veis obligados a usarla de cuando en cuando como medicina, usadla en temor y temblor, viendo que es un re­medio tan peligroso, que sólo la necesidad absoluta puede disculpar. Usadla lo menos que podáis; sólo cuando no haya otro remedio-y aun entonces con la mayor moderación- sólo hasta donde sea necesaria para conseguir vuestro fin. En cualquier otro caso, "ve y redargúyele entre ti y él solo."

II. 1. Mas ¿y si no te oye? ¿si devuelve mal por bien, si se enfurece en lugar de convencerse, si se rehúsa a oír y persiste en su mal camino? Esto no debe extrañarnos. La re­prensión más ligera y suave a menudo es en balde, mas la bendición que tratamos de atraer sobre otro, caerá sobre nos­otros. En tal caso, ¿qué debemos hacer? El Señor nos lo ha dicho plena y claramente: "Toma aún contigo uno o dos" testigos. Este es el segundo paso. Toma uno o dos hermanos de buen espíritu, amantes de Dios y del prójimo. Mira que tengan mansedumbre, y estén "vestidos de humildad;" que sean mansos y amables, pacíficos y sufridos, no aptos para volver "mal por mal, maldición por maldición," sino antes por el contrario, bendiciones. Que sean hombres inteligentes, poseídos de la sabiduría que viene de lo alto; sin prejuicios ni parcialidad de ninguna clase. Se debe procurar también de que tanto los individuos como sus caracteres sean cono­cidos de la persona de quien se trata, y de escoger a los her­manos de su mayor aprecio.

2. El amor les dictará la manera con que han de pro­ceder, según la naturaleza del caso. No puede señalarse un mismo método para todos los casos, pero en general sería bueno que antes de entrar en materia, manifiesten de una manera amable y cariñosa que no los guía ningún prejuicio ni enojo, que vienen movidos de un principio de buena vo­luntad y que se interesan por él. En prueba de esto, será bueno repetir con toda calma la conversación que tuvo lu­gar entre ti y él, y lo que dijo en su propia defensa. Des­pués de lo cual podrán determinar muy bien el modo como han de proceder, a fin de que "en la boca de dos o tres testi­gos conste toda palabra;" de que cualquiera cosa que hayas dicho tenga más fuerza con el peso de su autoridad.

3. Para llevar esto a cabo, pueden (1) repetir lo que dijiste, y lo que él contestó en vuestra primera entrevista. (2) Extenderse sobre las razones que tú diste, y confirmar­las. (3) Dar más peso a tu reprensión, mostrando cuán justa, amable y oportuna fue, y (4) aprobar tus consejos y suges­tiones. Si fuese necesario, estos testigos pueden después dar testimonio de lo que se habló.

4. Respecto de esta regla, lo mismo que de la anterior, haremos observar que el Señor no nos permite escoger, sino que nos manda hacer esto, y sólo esto. Igualmente, nos manda que lo hagamos a tiempo, ni antes ni después. Inmediatamen­te después de haber dado el primer paso, y antes de tomar el tercero. Sólo en este caso estamos autorizados para relatar a aquellos que deseamos tomen parte con nosotros en esta obra de amor, el mal que haya hecho algún prójimo. Pero miremos cómo lo decimos a un tercero, antes de tomar estos dos pasos. ¿Será extraño que nos sintamos agobiados si toma­mos otros pasos en lugar de estos, si pecamos en contra de Dios y de nuestro prójimo? Por más que nos disculpemos, si tenernos conciencia, nuestro pecado nos hallará y agobia­rá nuestra alma.

III. 1. A fin de instruirnos en esta materia por com­pleto, el Señor nos da otra regla más: "Y si no oyere a ellos, dilo a la iglesia." Este es el tercer paso, y el punto es ¿cómo se debe interpretar la palabra "iglesia"? La naturaleza del asunto determinará esto muy claramente. No es posible de­cirlo a la iglesia en todo el país, es decir a la Iglesia Angli­cana. Ni serviría de nada si pudierais hacerlo. Por consiguien­te, no es este el sentido de esta palabra. Nada se consegui­ría con decir a la iglesia o congregación a que pertenecéis, las faltas de cada uno de sus miembros. El único sentido que se puede dar a esta palabra es los ministros, los pastores del rebaño de Cristo al cual pertenecéis; que velan por vosotros y por vuestras almas, puesto que "tienen que dar cuenta." Esto se debe hacer, si fuere posible, en presencia del intere­sado; con franqueza, y al mismo tiempo con toda la ternura y amor que permitan la naturaleza del caso. A ellos toca ca­lificar la conducta de los que están bajo su cuidado, y co­rregir según la gravedad de la ofensa y "con toda autoridad." Cuando hayáis cumplido con esto, habréis hecho todo lo que la Palabra de Dios o la ley del amor requiere de vosotros. No sois participantes de su pecado, y si perece, su sangre no caerá sobre vuestras cabezas.

2. A este punto haremos observar que este es el tercer paso que se debe tomar, y ningún otro. Que debemos tomarlo en su lugar después de los otros dos, no antes del segundo, mucho menos del primero, a no ser en un caso muy especial. A la verdad, hay un caso en el cual puede coincidir el segun­do paso con éste: pueden ser, hasta cierto punto, uno solo. Puede ser que el ministro o los ministros de la congregación sean parientes del interesado, y en tal caso, ellos pueden ser uno o dos testigos; bastará que se lo digáis, después de ha­ber hablado del asunto a tu hermano, "entre ti y él solo."

3. Después de hacer esto, has cumplido con tu deber. "Si no oyere a la iglesia, tenle por étnico y publicano." No estás obligado a pensar más en él, déjaselo al Maestro. Sin embargo, debes conservar para él, lo mismo que para todos los paganos, una tierna y sincera buena voluntad. Trátale con cortesía, y cuando se presente la oportunidad, préstale todos los servicios que dieta la generosidad, pero no cultives su amistad ni te familiarices con él. No te juntes con él más de lo que te juntas con ningún pagano.

4. Mas si esta es la regla por la que se guían los cristia­nos, ¿en qué país viven los discípulos de Cristo? Encontra­réis uno que otro en varias partes del mundo que la practican concienzudamente. Pero ¡qué contados son! ¡Qué pocos hay en toda la redondez de la tierra! ¿Dónde encontraremos un grupo de hombres que siga siempre esta regla? ¿Los halla­remos en toda la Europa, o acaso en Inglaterra, o en Irlanda? Mucho me temo que no; que si los buscamos por todo el rei­no, no encontraremos uno solo. ¡Ay del mundo cristiano! ¡Ay de los protestantes, de los cristianos reformados!

¿Quién se levantará conmigo en contra del mundo per­verso? ¿Quién se pondrá "de parte de Dios" en contra de los murmuradores? ¿Tú? ¿Quieres con la gracia de Dios evitar que te lleve la corriente? ¿Estás decidido a poner desde este momento y con el auxilio divino, una "guarda a tu boca; una guarda a la puerta de tus labios"? ¿Seguirás desde ahora esta regla: No infaméis a nadie? Si ves que tu hermano hace mal, ¿le redargüirás entre ti y él solo? ¿Tomarás después "uno o dos" testigos, y sólo después de haber cumplido con esto, se lo dirás "a la iglesia"? Si tal es el propósito de tu corazón, aprende esta lección: "No des oído a nada malo de nadie."

Si no hubiera quien prestase oído a la difamación, no habría difamadores. Por consiguiente, si alguien empieza a hablar mal de otra persona, márcale el alto inmediatamente. Rehúsate a escuchar la voz del encantador sin hacer el me­nor caso de la dulzura de su encanto, de la amabilidad de sus modales, de lo agradable de su voz, ni de las muchas protestas de amistad para la persona a quien está hiriendo en la os­curidad, encajándole el puñal arriba de la quinta costilla. Niégate rotundamente a escucharle, aunque te diga que se siente agobiado por este secreto. ¡Agobiado! ¡Miserable! ¿Te sientes agobiado por este secreto? Ve, pues, quítate la carga de encima como Dios manda. Primeramente, "ve, y redar­guye a tu hermano entre ti y él solo;" después "toma con­tigo dos o tres" amigos mutuos, y en presencia de ellos vuel­ve a redargüirle. Si ninguno de estos pasos surten efecto, en­tonces "dilo a la iglesia." Por vida de tu alma, no se lo digas a ninguna otra persona, ni antes ni después, a no ser en el caso especial en que precise absolutamente proteger al ino­cente. ¿Con qué derecho quieres agobiar a otro, haciéndole que lleve tu carga, que participe en tu pecado?

5. Pluguiese a Dios que todos vosotros los que escucháis este reproche de Cristo, que por irrisión os llamáis metodis­tas, dieseis buen ejemplo al menos en esto, al mundo cris­tiano, así llamado. ¡Desechad, pues, la murmuración, los chis­mes, la difamación! ¡Que vuestros labios no se manchen con este pecado! Mirad que no difaméis a ninguno. De los au­sentes no habléis nada, sino lo que sea bueno. Si habéis de distinguiros de los demás hombres, sea esta la característica del metodista: "No habla mal de su prójimo en su ausencia; por esta señal le conoceréis."

¡Qué efecto tan bendito traerían a nuestros corazones estos sacrificios de nosotros mismos! Nuestra paz correrá co­mo un río si tenemos "paz con todos los hombres." ¡Cómo abundaría en nuestras almas el amor de Dios, al confirmar de este modo nuestro amor a los hermanos! ¡Qué efecto ten­dría esto en todos los que llevan el nombre del Señor Jesús! ¡Cómo aumentaría el amor fraternal, si se quitase este gran estorbo! Naturalmente se amarían todos los miembros del cuerpo místico de Cristo, "por manera que si un miembro pa­dece, todos los miembros a una" se dolerían; y "si un miem­bro es honrado, todos los miembros a una se gozarían, y to­dos amarían a sus hermanos con un corazón puro y ferviente."

Más todavía: ¡qué efecto tendría esto en el mundo de los hombres que viven descuidados sin pensar en sus almas! ¡Cuán pronto verían en nosotros lo que no ven en los demás hom­bres, y exclamarían en las palabras de Julián el Apóstata a sus cortesanos: "Mirad cómo se aman mutuamente los cris­tianos"! Por este medio convencería Dios al mundo y lo pre­pararía para su Reino, como fácilmente podemos aprender en esas palabras tan notables de la última oración del Señor: "Ruego.también por los que han de creer en mí.que todos sean una cosa; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti...para que el mundo crea que tú me enviaste." ¡Quiera Dios apresurar ese día! El Señor nos ayude a amarnos los unos a los otros, "no de palabra ni de lengua, sino de obra y en verdad" así como Cristo nos amó.

2 ago 2008

Hambre Espiritual - John G. Lake

Esto lo encontré en el sitio de "Atalayas en Acción", John G. Lake es uno de los pioneros del pentecostalismo en Africa.

Hambre Espiritual

Por John G. Lake
Traducido del libro "John G. Lake: his life, his sermons"


Esta noche mi texto es: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados” (Mateo 5:6).

El hambre es una cosa buena y poderosa. Es el persuasor más grande que conozco. Es un maravilloso motivador. Las naciones han aprendido que uno puede hacer casi cualquier cosa con un populacho hasta que sienten hambre. Pero cuando tienen hambre, ten cuidado. Hay un cierto espíritu de desesperación que acompaña al hambre.

Quisiera que todos lo tuviéramos espiritualmente.

Dios quiera que estuviésemos desesperadamente hambrientos por Dios. ¿No sería glorioso? Alguien sería saciado antes de que termine esta reunión. Sería algo extraño si todos estuviésemos desesperadamente hambrientos por Dios, y solamente uno o dos fuesen llenados en un culto.

“Bienaventurados los que tienen hambre.”

La justicia es simplemente lo recto de Dios. Lo recto de Dios en tu espíritu, lo recto de Dios en tu alma, lo recto de Dios en tu cuerpo, lo recto de Dios en tus asuntos, en tu hogar, en tus negocios, en todas partes. Dios es un Dios completo. Su poder opera desde todo lado. Los artistas pintan un halo alrededor de la cabeza de Jesús para mostrar que hay una irradiación de gloria desde su persona. Podrían también ponerla alrededor de sus pies o cualquier otra parte de su persona. es la gloria radiante del Dios que habita dentro, irradiándose hacia fuera a través de la personalidad. No hay nada más maravilloso que la habitación de Dios en la vida humana. La maravilla más suprema que Dios realizó fue cuando tomó posesión de aquellos que están hambrientos.

“Bienaventurados los que tienen hambre.”

Les garantizo que después de la crucifixión de Jesús había 120 personas poderosamente hambrientas en Jerusalén.

No creo que si no hubiesen estado poderosamente hambrientos habrían sido llenados tan gloriosamente. Fue debido a que tenían hambre que fueron llenos.
A veces estamos inclinados a pensar de Dios como algo mecánico; como si Dios estableciese una fecha para que ocurra este evento o aquél otro. Pero mi opinión es que una de las obras del Espíritu Santo es la de preparador. El viene y prepara el corazón de los hombres de antemano poniendo un hambre extraño para ese evento que ha sido prometido por Dios, hasta que ocurre.

Cuanto más estudio la historia y la profecía, tanto más estoy convencido de que cuando Jesucristo nació en el mundo, nació en respuesta a un tremendo clamor del corazón de parte del mundo. El mundo necesitaba a Dios desesperadamente. Ellos querían tremendamente una manifestación de Dios, y Jesucristo vino como el Libertador y el Salvador en respuesta al clamor de sus almas.

Daniel dice que él estaba convencido por el estudio de los libros de profecía, especialmente el de Jeremías, que había llegado el tiempo en que ellos debían ser libertados de su cautividad en Babilonia. Los setenta años se habían cumplido, pero no había liberación.

Así que, diligentemente afirmó su rostro para orar para que eso ocurriera. (Daniel 9).

Aquí está lo que quiero que Uds. capten. Si eso iba a suceder mecánicamente en cierta fecha, no habría habido ninguna necesidad de que Daniel tuviese ese hambre intensa en su alma, tanto que ayunó y oró en cilicio y cenizas para que pudiese venir la liberación.

No señor, los propósitos de Dios suceden cuando tu corazón y el mío tienen el verdadero clamor de Dios y la verdadera oración de Dios viene a nuestro espíritu, y el verdadero anhelo de Dios se apodera de nuestra naturaleza. Entonces algo va a suceder.

No hay diferencia en cuanto a lo que tu alma pueda estar anhelando o deseando, si eso llega a ser el clamor supremo en tu vida, no la cuestión secundaria, o la tercera, o la cuarta, o la quinta o la décima, sino la cosa PRIMERA, el deseo supremo de tu alma; la cuestión máxima, todas las potencias y energías de tu espíritu, de tu alma, de tu cuerpo se están extendiendo y clamando a Dios por la respuesta, eso va a venir, va a venir, va a venir.

Viví en una familia donde por treinta y dos años nunca estuvieron sin un inválido en la casa. Antes de yo cumplir veinticuatro años, habíamos enterrado a cuatro hermanos y cuatro hermanas, y otros cuatro miembros de la familia estaban muriendo, inválidos sin esperanza y sin ayuda. Establecí mi propio hogar, me casé con una hermosa mujer. Nació nuestro primer hijo. Había pasado sólo un corto período cuando vi que la misma cadena diabólica de enfermedad que había seguido a la familia de mi padre, había entrado a la mía. Mi esposa quedó inválida, mi hijo era un niño enfermizo. De todo eso una cosa se desarrolló en mi naturaleza, un clamor por liberación. No conocía sobre el tema de la sanidad más que un indio, aunque era un evangelista metodista. Pero mi corazón estaba clamando por liberación; mi alma había llegado al lugar donde había vomitado toda dependencia del hombre. Mi padre había gastado una fortuna con la familia, sin ningún resultado, como si no hubiese obstrucción a la serie del infierno.

Y déjame decirte, NO HAY OBSTRUCCION HUMANA porque la cosa está establecida profundamente en la naturaleza del hombre; demasiado profundo como para que cualquier remedio material llegue a ella. Se necesita al Dios Todopoderoso, y al Espíritu Santo, y al Señor Jesucristo para descender a la profundidad de la naturaleza del hombre, y encontrar la verdadera dificultad que está allí y destruirla.

Hermano mío, quiero decirte, esta noche si tú eres un pecador y estás lejos de Dios, y tu corazón están anhelando, y tu espíritu pidiendo, y tu alma clamando por la liberación de Dios, El va a estar a mano para libertar. No tendrás que clamar mucho para ver que las montañas son movidas, y el ángel de la liberación estará allí.

Finalmente llegué a ese lugar donde mi supremo clamor era por liberación. Lágrimas fueron derramadas por tres años antes de que la sanidad de Dios viniese a nosotros. Yo podía oír los gemidos y clamores, los sollozos, y sentir la miseria del alma de nuestra familia. Mi corazón, clamaba, mi alma sollozaba, mi espíritu lloraba lágrimas. Necesitaba ayuda. No conocía lo suficiente para clamar directamente a Dios por ello. ¿No es algo extraño que los hombre no tengan sentido suficiente para tener fe en Dios para todas sus necesidades; no conozcan lo suficiente para clamar directamente a Dios por las dificultades físicas, así como por las espirituales? Pero yo no lo tenía.

Pero, bendito sea Dios, una cosa maduró en mi corazón, un hambre verdadera. Y el hambre del alma del hombre debe ser satisfecha, DEBE ser satisfecha. Es una ley de Dios; esa ley de Dios está en la profundidad del Espíritu. Dios responderá al corazón que clama; Dios responderá al alma que pide. Cristo Jesús viene a nosotros con certeza divina y nos invita a que cuando estemos hambrientos, OREMOS, CREAMOS, tomemos del Señor aquello que nuestra alma anhela, y nuestro corazón pide.

Así que un día el Señor del cielo vino por nuestro camino, y en un ratito la nube de tinieblas, esa medianoche del infierno, esa maldición de muerte fue levantada, y la luz de Dios brilló en nuestra vida y en nuestra casa, exactamente igual a como existía en las vidas de otros hombres y los hogares de otros hombres. Aprendimos la verdad de Jesús y pudimos aplicar el divino poder de Dios. Fuimos sanados por el Señor.

“Bienaventurados los que tiene hambre.”

Hermanos, comiencen a orar para tener hambre.

En este punto, quiero contarles una historia. Yo estaba en un viaje en raquetas para la nieve en Sault Sainte Marie, Michigan donde solían tener de 1,20 a 1,50 metros de nieve. Anduve recorriendo cuarenta y cinco km en mis raquetas para la nieve. Estaba cansado y fatigado. Llegué a casa y hallé que mi esposa se había ido de visita, así que fui a la casa de mi hermana. Y ellos también habían salido. Entré en la casa y comencé a buscar algo para comer. Casi moría de hambre. Y encontré una especie de gran torta que parecía pan de maíz. Todavía estaba bastante caliente y tenía buen gusto, lo comí todo. Pensé que era algo bastante raro, parecía tener grumos. Simplemente no entendía la combinación, y yo no sabía nada de cocina.

Para el tiempo en que la había terminado entraron mi hermana y su esposo. Ella dijo: “Debes estar terriblemente cansado y hambriento.”
Le dije: “Lo estaba, pero encontré una torta de cereal y me la comí toda.”
Ella dijo: “John, no habrás comido eso, ¿no?”
Dije: “¿Qué era, Irene?”
“Eso era una especie de pan para las vacas, molemos todo, hasta las mazorcas.”

¿Ven?, depende del carácter y grado de tu hambre. Las cosas pueden tener buen sabor para un hombre hambriento.

Si quieres conferir una bendición peculiar a los hombres, no estaría en darles un pastel, sino en hacerlos hambrientos, y entonces todo lo que les venga a la mano va a tener un sabor eternamente bueno.

Me gusta contar esta historia porque es la historia de un hombre hambriento. Poco después fui a Sudáfrica y Dios había comenzado a obrar maravillosamente en la ciudad de Johannesburgo, a un carnicero que vivía en los suburbios sus médicos le diagnosticaron que, debido a que había desarrollado un estado tuberculoso no podría vivir más de nueve meses. El quería hacer provisión para que su familia estuviese a cubierto después que él partiese. Así que compró un campo y se puso a trabajarlo para que cuando él muriese su familia tuviese un medio de existencia.

Un día recibió una carta de sus amigos en Johannesburgo contándole de la llegada de lo que ellos llamaban “los hermanos americanos”, y de las cosas maravillosas que estaban ocurriendo. De cómo fulano de tal, un terrible borracho, se había convertido; de su sobrina que había estado inválida en una silla de ruedas por cinco años, había sido sanada por Dios; cómo uno de sus otros parientes había sido bautizado en el Espíritu Santo y estaba hablando en lenguas; otros amigos y vecinos habían sido bautizados y sanados, del poderoso cambio que había venido a la comunidad, y todas las maravillas que una vigorosa obra de Dios produce.

Dan Von Vuuren tomó la carta, se arrastró bajo un endrino africano. Extendió la carta delante de Dios, y comenzó a discutirla con el Señor. Dijo: “ Dios en el cielo, si Tú pudiste venir al Sr. fulano de tal, un borracho, y liberarlo de su pecado y salvar su alma y poner el gozo de Dios en él; si pudiste venir a esta sobrina mía, salvar su alma y sanar su cuerpo y enviarla para ser una bendición en vez de un peso y una carga para sus amigos; si Tú pudiste venir a fulano y mengano, y fueron bautizados en el Espíritu Santo y hablan en lenguas; Señor, si Tú puedes hacer estas cosas en Johannesburgo, puedes hacer algo por mi también.” Y se arrodilló, puso su rostro sobre el suelo, y clamó a Dios para que Dios hiciese algo por él. Y no se olviden, amigos, tengo la convicción de que esa mañana Dan Von Vuuren estaba tan estimulado por la lectura de esa carta que su deseo de ser sanado se hizo más grande que cualquier otra cosa en su realidad. Su corazón se extendió hacia Dios, y bendito sea Dios, esa mañana su oración atravesó el cielo y Dios descendió a su vida. En diez minutos tomó todo el aire que quería; el dolor desapareció, la tuberculosis había desaparecido, era un hombre sano.

Pero eso no fue todo. No sólo recibió una gran sanidad física, sino que Dios literalmente había entrado y tomado posesión de la vida del hombre hasta que él ya no se entendía más a sí mismo. Al contármelo dijo: “Hermano, en mi espíritu nació una nueva oración del cielo. Había orado por la salvación de mi esposa durante dieciocho años, pero nunca pude orar hasta tener la respuesta. Sin embargo, esa mañana oré hasta atravesar. Todo estaba hecho cuando llegué a la casa. Ella se paró y me miró durante dos minutos, hasta que amaneció en su alma que había sido gloriosamente sanado por Dios. Nunca hizo una pregunta en cuanto a cómo ocurrió, sino que cayó sobre sus rodillas, arrojó sus manos hacia el cielo, y dijo: ‘Ora por mí, Dan, por amor de Dios ora por mí. Debo encontrar a Dios hoy,’ y Dios vino a esa alma.”

El tenía once hijos, espléndidos jóvenes. La madre y él comenzaron a orar, y en una semana toda la familia, los trece, habían sido bautizados en el Espíritu Santo. El fue al campo de su hermano, le contó la maravilla de lo que Dios había hecho, oró hasta tener la respuesta y en poco tiempo diecinueve familias fueron bautizadas en el Espíritu Santo.

Dios llenó de tal manera su vida con Su gloria que una mañana Dios le dijo: “Ve a Pretoria. Te voy a enviar a los diferentes miembros del Parlamento.” Le fue permitido entrar en el despacho del Premier Louis Botha. Botha me lo contó más tarde. Dijo: “Lake, yo había conocido a Von Vuuren desde el tiempo en el era un muchacho. Lo había conocido como alguien atolondrado, y juguetón. Pero ese hombre entró a mi oficina y se paró a tres metros de mi escritorio, alcé la vista, y antes de que él comenzase a hablar, comencé a temblar y a sacudirme sobre mi silla. Me arrodillé, tuve que poner mi cabeza debajo del escritorio. Parecía Dios. Hablaba como Dios. Tenía la majestad de Dios.

Era sobrehumanamente maravilloso.” Luego fue a la oficina del Secretario de Estado, luego a la del Secretario del Tesoro. Casi la misma cosa ocurrió en cada caso. Durante dieciocho días Dios lo mantuvo yendo de éste a aquél; abogados, jueces y oficiales de la tierra, hasta que cada alto oficial supo que había un Dios, y un Cristo y un Salvador, y un Bautismo del Espíritu Santo, porque Dan Von Vuuren realmente había tenido hambre de Dios.

“Bienaventurados los que tienen hambre.”

Esta noche estaba sentado aquí antes de que la reunión comenzase leyendo un viejo sermón que prediqué en un club de hombres en Spokane, Washington ocho años atrás, titulado “El Llamado del Alma.” En él observé que contaba la historia del grupo original que vino a la Escuela Parham en 1909, y a quienes en respuesta al clamor de sus almas Dios vino y los bautizó en el Espíritu Santo. El resultado son todas las Iglesias de la Fe Apostólica, Misiones, Asambleas de Dios, y otros movimientos.

Conocía a la esposa del Hermano Parham y a su cuñada, Lillian Thistleweight. Ella fue la mujer que trajo a mi corazón la luz de Dios sobre la verdadera santificación. No eran su predicación o sus palabras. Una noche estaba en el hogar de Fred Bosworth antes de que Fred pensaran en predicar el Evangelio. Escuché a esa mujer hablando del Señor Dios, de Su amor y gracia santificadora, y qué era la verdadera santidad. No eran sus argumentos o lógica, era ella misma, era la santidad divina que venía de su alma. Era el Espíritu viviente de Dios que salía de la vida de la mujer. Yo estaba sentado al fondo de la habitación, tan lejos como podía estar. Estaba satisfecho conmigo mismo, me estaba yendo bien en el mundo, próspero con todo lo que acompaña a una vida exitosa. Pero esa noche mi corazón tuvo tanto hambre que caí sobre mis rodillas, y los que estaban presentes les contarán aún que ellos nunca habían oído a alguien orar como yo oré. Bosworth dijo mucho después: “Lake, hay una instancia en tu vida que siempre recordaré. Fue la noche que oraste en mi casa hasta que nuestras almas se derritieron, hasta que Dios vino y santificó nuestros corazones.” Todos los demonios en el infierno y fuera del infierno no podrían hacerme creer que no hay una verdadera experiencia santificada en Jesucristo; cuando Dios entra y hace tu corazón puro y saca el yo (ego) de tu naturaleza, y te da el triunfo divino sobre el pecado y el yo, ¡bendito sea el Nombre del Señor!
“Bienaventurado los que tienen hambre.”

Amados, oren para tener hambre.

Volviendo a Dan Von Vuuren. Por varios años antes de que yo dejara Africa, él anduvo por la tierra como un fuego ardiente. Dondequiera que él iba los pecadores eran salvados, los enfermos eran sanados, los hombres y mujeres eran bautizados en el Espíritu Santo, hasta que encendió en fuego los distritos remotos con el poder de Dios y todavía continúa.

Aquí hay un punto que quiero traerles. Mientras hablaba con Lillian Thistleweight, observé que la cosa suprema en el alma de esa mujer era la realidad de la santidad. Ella dijo: “Hermano, eso es por lo que oramos, eso es lo que el Bautismo nos trajo.”

Más tarde, el Hermano Parham estaba predicando en Texas. Un hombre de color, llamado Seymour, vino a su reunión. En un hotel en Chicago, él nos relató su experiencia al Hermano Tom y a mí. Quiero que veas el hambre en el alma de ese hombre de color. Dijo que era mozo en un restaurante, y predicaba en una iglesia de gente de color. Conocía a Dios como el Salvador, como el santificador. Conocía el poder de Dios para sanar. Pero a medida que escuchaba a Parham, quedó convencido de una cosa más grande, el Bautismo del Espíritu Santo. Fue a Los Angeles sin recibirlo, pero dijo que estaba determinado a predicar a la gente todo lo que él conocía de Dios. Dijo: “Hermano, antes de encontrarme con Parham, había tal hambre por tener más de Dios en mi corazón que oré cinco horas por día por dos años y medio. Fui a Los Angeles, y cuando llegué allí el hambre no era menos, sino más. Oré: “Dios, ¿qué puedo hacer? Y el Espíritu dijo: Ora más. Pero Señor, estoy orando cinco horas por día ahora. Aumenté mis horas de oración a siete, y oré por un año y medio más. Oré para que Dios me diese lo que predicaba Parham, el verdadero Espíritu Santo y fuego con lenguas y amor, y poder de Dios como tenían los apóstoles.” Hay mejores cosas a tener en la vida espiritual, pero deben ser buscadas con fe y oración. Quiero decirte que el Dios Todopoderoso había puesto tal hambre en el corazón de aquel Negro que cuando el fuego de Dios vino, lo glorificó. No creo que ningún otro hombre en tiempos modernos haya tenido un diluvio de Dios más maravilloso en su vida que el que Dios le dio a ese querido hombre. El Hermano Seymour predicó a mi congregación, a diez mil personas, cuando la gloria y el poder de Dios estaban sobre su espíritu, y los hombres se sacudían y temblaban y clamaban a Dios. Dios estaba en él.

“Bienaventurados los que tienen hambre... porque ellos serán saciados.”

Yo me pregunto, ¿de qué estamos teniendo hambre? ¿Tenemos un verdadero hambre divino, algo que nuestra alma está pidiendo? Si lo tienes, Dios responderá, Dios responderá. Por toda ley del Espíritu que los hombres conocen, la respuesta va a venir. ¡Vendrá! Bendito sea Dios, vendrá. Vendrá en más formas que las que tú jamás soñaste. Dios no está confinado a manifestarse en lenguas e interpretación solamente. Su vida en el hombre es completa.

Cuando era un muchachito, acompañé a mi padre en una visita a la ofician de John A. McCall, el gran hombre de seguros. Fuimos llevados a la oficina de McCall en su ascensor privado. Era la primera vez que estaba en un gran edificio de oficinas, y era llevado en un ascensor, y recuerdo cómo contuve mi aliento hasta que la cosa paró. Luego entramos en su ofician, la oficina más hermosa que hubiese visto alguna vez. Las alfombras eran tan espesas que temía que atravesaría el piso cuando pisase sobre ellas. Su escritorio era una maravilla, caoba pura, y encima de su escritorio, grabado en nácar, estaba su nombre, escrito en cursiva. Era tan magnificente que en mi alma infantil dije: “Voy a tener una oficina exactamente como ésta y un escritorio como ese con mi nombre sobre él cuando sea un hombre.”

No sabía cuánto deseo había en mi naturaleza, y a veces parecía que se desvanecía, hasta que llegué a mis treinta años. Fui invitado a venir a Chicago para unirme a una asociación de hombres que estaban estableciendo una asociación de seguros de vida. Dijeron: “Lake, queremos que dirija esta asociación.” Regateamos sobre el tema por tres semanas hasta que ellos vinieron a mis términos, y finalmente el presidente dijo: “Entre en esta oficina que queremos mostrarle algo. Tenemos una sorpresa para Ud.” Y entré en una oficina que era exactamente el duplicado de la oficina de John A. McCall, y allí en el centro había un escritorio de caoba pura, y en vez del nombre de John A. McCall, estaba John G. Lake, en nácar. Nunca había hablado de ese deseo del alma a ninguna persona en el mundo.

Amigos, hay un algo en el llamado del alma que es creativo. Hace que sucedan las cosas. ¿No saben que cuando el deseo supremo de su corazón sale hacia Dios, que toda la energía espiritual de su naturaleza y los poderes de Dios que vienen a Uds. comienzan a concentrarse y trabajan sobre esa cierta área y forma, y que por el ejercicio inconsciente y creativo de la fe viene a la existencia aquello que su alma llama? Esa es la acción creativa de la fe, Uds. y Dios juntos obrando y evidenciando el poder del deseo creativo.

Recibiréis el deseo de vuestro corazón si venís ante Mí en oración y súplica, porque Yo soy un Dios que respondo a mis hijos. Id adelante en la batalla porque Yo estaré con vosotros y cumpliré el deseo de vuestro corazón. Sí, orad para que podáis tener hambre.

Llamad y Yo responderé, porque Yo soy un Dios que oye. Responderé vuestro llamado. Venid ante Mí; humillaos ante Mis pies, y Yo responderé vuestro llamado.
Sed diligentes delante de Mí, y orad, sí, estad en oración y súplica, porque estáis viviendo en los últimos días, y Mi Espíritu no contenderá siempre con los hombres. Pero vosotros que os humilláis ante Mí conoceréis que Yo seré vuestro Dios, os fortaleceré a diestra y a siniestra, y entenderéis y sabréis que Yo soy vuestro Dios viviente.

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