Andrew Murray fue promotor del movimiento de Keswick en el siglo XIX |
LA PERSONA Y LA OBRA DEL ESPÍRITU SANTO
El Espíritu de santidad: un estudio comparativo
Por William W. Menzies
El Espíritu Santo es el Espíritu de santidad. Dios, que por naturaleza es completo, entero, sin contaminación, ha destinado a sus hijos para que sean semejantes a Él. Es una importante verdad bíblica que el Espíritu Santo ha sido enviado para mediar a los hombres los beneficios de la expiación — poniendo convicción, regenerando, habilitando, dotando de poder. Su función se ve mejor en términos del propósito último de Dios para los hombres, como el Agente que traerá a los hijos de Dios a ese lugar donde ellos serán verdaderamente para la alabanza de su gloria (Efesios 1:12). Siendo de esta manera separados para el propósito especial de Dios, que es sencillamente la definición que el diccionario da para la santidad.1
Sin embargo el término santidad ha caído en días magros. Hay varias razones de esto. Con mucha frecuencia la obra interna del Espíritu Santo, que desarrolla el carácter, ha sido identificada en la mente popular con lo que es estrecho y negativo. Lo relativo ha sido convertido en absoluto, y en verdad la piedra de molino del legalismo ha sido convertida en parte de la doctrina de la santidad. Y la época no muestra simpatía hacia lo que es restrictivo y regulador, sino que más bien se inclina por hacer a un lado las restricciones. Sin embargo, no es el propósito de este escrito fustigar la obvia desafección cultural presente por la santidad.
Otra razón de la falta de énfasis en el Espíritu de santidad, expresada entre nosotros, es el desconcertante mar semántico en el cual uno es lanzado a la deriva cuando intenta fijar sus velas en esa dirección. Pocas doctrinas significan más cosas a más gente que la doctrina de la santidad o, si usted lo prefiere, la santificación. Bosquejado más abajo está la gama de opiniones protestantes sobre el tema, que se extiende entre el “ala derecha” de la teología de la Reforma, el luteranismo, hasta el “ala izquierda” de la opinión ortodoxa, el wesleyanismo. Los puntos de vista perfeccionistas que van más allá de los límites del wesleyanismo son considerados aquí como irrelevantes. A partir de estos hilos es que se extraen esas influencias que aparecen en las declaraciones típicas de las Asambleas de Dios. Únanse a mí ahora, en este viaje turístico.
EL PUNTO DE VISTA LUTERANO
Dos situaciones históricas clave afectaron la conformación del punto de vista luterano sobre la santidad. (Es sorprendente la manera en que gran parte de la teología está históricamente condicionada). Una situación fue la iglesia medieval de Roma, contra cuya “justificación por obras” Lutero montó su principal ataque. La otra situación fue la así llamada Reforma radical, los perfeccionistas del 1520 y 1530 cuya extraña conducta y doctrinas perturbadoras amenazaron la estabilidad de toda la sociedad del siglo 16, no precisamente el movimiento de Reforma. El Luteranismo desarrolló tempranamente un temor de “entusiasmo” o “pietismo”.
Tres conceptos clave de la teología luterana ayudan a entender este punto de vista clásico respecto de la santificación. Primero, una aguda distinción es trazada entre “ley y evangelio”.2 La ley es lo que condena; el evangelio es lo que libera. La ley es restrictiva; el evangelio sana. El temor de confundir la ley con el evangelio ha llevado a sospechar de toda forma de “pietismo”.
Otro concepto importante es lo “oculto de Dios”.3 A Dios se le muestra operando siempre en forma oculta. ¿Es que acaso no vino Cristo en la forma de un bebé, y no fue Él confundido como un criminal en la Cruz? Dios se revela en medio de las tareas diarias de la vida. Buscar vivir en un plano especial es exigir que Dios se muestre abiertamente.
La tercera idea está contenida en la declaración “siempre salvo; siempre pecando”.4 El pecado es considerado como cualquier separación de la perfección de Dios; por tanto, el hombre finito siempre es un pecador. Es la paradoja del evangelio que en Cristo, Dios puede declarar que el hombre pecador está revestido de justicia. Por consiguiente, la liturgia semanalmente llama a un arrepentimiento corporativo, porque siempre estamos pecando. Warfield, en su obra de dos volúmenes, Perfeccionismo, denomina este punto de vista “miserable cristianismo pecador”, puesto que hay poco estímulo para mejorar en el estado del creyente.
Si uno hace a un lado el pesado énfasis contenido aquí en la justificación, hasta el punto de que prácticamente minimiza la santidad personal, permítasenos al menos ponderar dos valores dignos de consideración: primero, en el luteranismo hay una declaración de la sobrecogedora gracia de Dios. Segundo, el pecado es visto como sumamente pecaminoso.
EL PUNTO DE VISTA REFORMADO
El punto de vista reformado de la santificación debe verse en términos del motivo básico teológico de Calvino: la gloria del Dios soberano. El gran sistematizador del siglo 16 vio a los elegidos de Dios declarados como vestidos de la justicia de Cristo. Esta “santidad de posición” lleva la etiqueta teológica de justificación. Al mismo tiempo, los elegidos en la experiencia actual, aun cuando revestidos con la gracia de la regeneración, están lejos de un nivel de perfección. Los calvinistas, como los luteranos, ven el pecado a grandes términos, como cualquiera que queda corto de la perfección divina. En esta vida, entonces, los elegidos nunca alcanzan la santidad verdadera; siempre es relativa y mezclada. Los elegidos llevan siempre consigo las marcas de la imperfección y contaminación. Sin embargo, a diferencia de la posición luterana, hay un fuerte énfasis en la posibilidad de crecimiento hacia la semejanza con Cristo. Efectivamente, tal desarrollo es considerado como una de las marcas de los elegidos.5 Por tanto, para el verdaderamente regenerado hay una inevitable posibilidad de crecimiento de carácter cristiano, porque esta es la obra del Espíritu Santo, obra que sólo es cumplida en los elegidos en la muerte del santo.6 El gran énfasis para los reformados es purificación gradual en seguida de la justificación; la santificación es el proceso continuo de desarrollo de la nueva vida dada en la regeneración. Este punto de vista, o alguna modificación del mismo, es sostenido por un gran segmento del cristianismo estadounidense.
EL PUNTO DE VISTA DE KESWICK
Keswick, un movimiento inter-denominacional asociado mayormente con gente Reformada, surgió en el período de post-guerra civil, incluyendo a muchos grupos de “vida profunda” y “vida superior”. Su nombre se deriva del lugar en que se celebra la conferencia en el centro de Inglaterra, donde tuvieron su inicio las primera convenciones dedicadas a promover la santidad. El movimiento de Keswick es uno de los grupos de mayor duración que se originaron a fines del siglo 19.
El gran énfasis de la convención de Keswick es que uno puede esperar vivir normalmente en victoria sobre el pecado consciente y deliberado. La expresión más característica de este movimiento es contrarrestar.7 Sobre la base de Gálatas 5, la lucha de la vida cristiana es descrita como un encuentro entre el Espíritu de santidad y la tendencia a pecar, que es una realidad siempre presente, lista para apoderarse de la iniciativa en el caso de que el creyente, por un momento, no siguiera ejerciendo su fe. En la medida en que el creyente se rinde a la morada interna del Espíritu Santo, llega a tener una “condición sostenida” (pero no un estado fijo) de victoria sobre el pecado consciente.8
F.B. Meyer, Andrew Murria, H.C.G. Mottle y Graham Scroggie son algunos de los expositores bíblicos que han sido oradores frecuentes en Keswick. Tal vez mejor conocida popularmente es la obra de Hannah Whitall Smith, esposa del fundador de Keswick, que escribió The Christian’s Secret of a Happy Life [El secreto de una vida feliz del cristiano].
LA ALIANZA CRISTIANA Y MISIONERA
Un paso más allá de la enseñanza de Keswick hacia la posición wesleyana es el de la Alianza Cristiana y Misionera, una denominación que tuvo su inicio durante el episodio de “Vida superior”, posterior a la guerra civil. La posición de la Alianza tiene alguna semejanza con la posición de Keswick, especialmente en su insistencia sobre la terminología positiva y sus esfuerzos auto-conscientes para evadir la responsabilidad del “erradicacionismo”.9 Una expresión frecuente es “victoria presente”. La similitud con la posición wesleyana está en el anuncio enfático de que la santificación es una experiencia de un tipo de crisis subsiguiente a la justificación.10 Común tanto al punto de vista de Keswick como al wesleyano es la definición del pecado. El pecado, respecto a la realización posible en la vida cristiana, es considerado como una violación de una ley conocida. En este marco es donde se hacen todas las declaraciones de la posibilidad de una vida victoriosa.
La terminología de la Alianza Cristiana y Misionera respecto de la doctrina de santidad, o santificación, es Cristo-céntrica. “Cristo en vosotros” es una declaración repetida, que revela que la obra del Espíritu santificador debe ser entendida como exaltando la vida de Cristo en el creyente.11 Para aquel que ha experimentado la segunda bendición, el estado normal del santificado es de victoria sobre el pecado consciente. Evitando el peligro del perfeccionismo, esta victoria es considerada como relativa, permitiendo el crecimiento. El énfasis central, sin embargo, no está en el progreso sino en la victoria presente. Se entra a esta experiencia de crisis mediante un acto de fe, en el cual el creyente afirma su identificación con el Cristo resucitado.
EL PUNTO DE VISTA WESLEYANO
La influencia de Juan Wesley no sólo se ha manifestado en los cuerpos metodistas, sino que también ha alcanzado con sus efectos a un grupo mucho más amplio de sociedades denominacionales e interdenominacionales, a las cuales se hace referencia comúnmente como el “movimiento de santidad”. Es preciso reconocer la fuerte influencia que ha ejercido este segmento del cristianismo estadounidense como la principal matriz del movimiento pentecostal moderno.
A comienzos del siglo 18 un refrigerio espiritual vino al luteranismo del continente europeo. El movimiento pietista de Spener y Francke daba énfasis a la experiencia cristiana vital y personal, en reacción al árido escolasticismo de la ortodoxia luterana del siglo 17. En Inglaterra, y más tarde en América, se desarrolló un movimiento similar, mayormente a través de Juan Wesley, en reacción al escolasticismo y al racionalismo.
El denominador común de los cuerpos de santidad es la enseñanza distintiva de los wesleyanos respecto de “entera santificación”. Wesley declaró puntualmente que la justificación es por sí misma imperfecta. Es necesario que la justificación del pecador sea seguida por una experiencia en la cual la propensión al pecado sea desarraigada, o erradicada. Wesley escogió denominar positivamente esta experiencia como “amor perfecto”.12 Sus antagonistas lo presionaron para una mejor definición, incluyendo lo que esto significaba en relación con el pecado. Él se vio forzado a bosquejar los límites de la experiencia de santificación en términos de violaciones conscientes de leyes conocidas, por tanto, limitada sólo a una perfección relativa.
Si el luteranismo enfatiza la gracia de Dios y la pecaminosidad del pecado, el wesleyanismo debiera verse en el otro extremo del espectro teológico como un llamado a una experiencia vital personal en la cual la meta que Dios ha destinado para los hombres no es enteramente futurista. Tal vez la mayor vulnerabilidad de este punto de vista es su concepción del pecado como una entidad que puede ser desarraigada de la personalidad, más bien que como el pecado en calidad de relación, lo que al escritor le parece un concepto más bíblico.
EL ALCANCE DEL PUNTO DE VISTA DE LAS ASAMBLEAS DE DIOS
La declaración de verdades fundamentales de las Asambleas de Dios emplea el término entera santificación. Sin embargo, es fácil discernir que esta expresión no se interpreta en un estricto sentido wesleyano por algunos de los escritores que representan a las Asambleas de Dios. En efecto, como veremos, hay un trecho bastante considerable, cuya extensión es similar a la que hay entre el punto de vista reformado y el de la conferencia de Keswick.
Myer Pearlman escribe: “Puesto que el Espíritu no obra en forma mágica, sino en manera vital y progresiva, es así como el alma es renovada, gradualmente. La fe debe ser fortalecida por medio de muchas pruebas, el amor debe ser fortificado para sobrevivir duros tratos y tentaciones. Las atracciones para pecar deben ser vencidas, las tendencias y los hábitos deben ser corregidos… La operación del Espíritu es progresiva, yendo ‘desde el corazón a la superficie, desde el interior hacia el exterior’.”13 El énfasis de Pearlman es sobre la obra progresiva del Espíritu, fluyendo continuamente y progresivamente desde la regeneración, en la manera típica de la teología reformada. El bautismo con el Espíritu Santo es entendido como una dotación de poder para servicio, equiparado por otro tipo de operación del Espíritu Santo, que es su acción progresiva y continua de santificación.
W.I. Evans escribe: “Todos nuestros sentidos físicos son solicitados por la tentación, a causa del ambiente maligno en el cual vivimos”.14 El poder del pecado como una fuerza dominante es quebrantado en la regeneración, “siendo liberados del poder del pecado por medio de la muerte de Cristo, tenemos ahora una responsabilidad”.15 Esta responsabilidad es rendirnos al dominio del Espíritu Santo. “Mediante la iluminación, el poder, la dinámica del Espíritu Santo, el Calvario llega a ser eficaz en su operación en nosotros”.16 Este énfasis en la presente posibilidad de victoria sobre el pecado consciente por medio de una rendición continua al ministerio del Espíritu Santo tiene una similitud en apariencia, aun cuando no en terminología, con el punto de vista de “contrarrestar” de Keswick. Este punto de vista es más cercano que el de la Alianza, puesto que no hay énfasis en una experiencia de crisis.
E.S. Williams, aparentemente sintiendo que gran parte de la contienda es acerca de palabras, evita del todo el término santificación en sus notas sobre teología. Él prefiere el lema “Vida de victoria”.17 Hay una declaración sobre la posibilidad de una vida victoriosa presente, pero los límites no están definidos, y uno entiende rápidamente que esto no debe entenderse en ningún sentido como un período estático de perfección al que se llega a través de una experiencia de crisis. El énfasis es general: uno puede ser gobernado por el Espíritu o dominado por la carne; el creyente puede cultivar una u otra forma de vida, con los resultados consiguientes en cada caso, basado en Romanos 8. Ciertamente no se espera que el creyente vaya en su camino dando traspiés continuamente, porque “el Espíritu ha venido para guiarnos a una vida de santidad”.18
Conclusión
Gran parte del conflicto aparente entre las teologías protestantes de santificación se debe, obviamente, a la comparación de elementos desiguales. Los puntos de vista de los luteranos y de los reformados dan énfasis a la pecaminosidad y a la depravación del hombre; el pecado es cualquier desviación de la norma absoluta. Los puntos de vista que van desde allí hasta la posición de los wesleyanos describen el pecado en términos de aquello por lo cual el hombre es personalmente y racionalmente responsable. En estos puntos de vista, al hombre no se le permite resignarse a una inevitable condición humana, sino que es desafiado a apropiarse de los medios de gracia, de modo que el Espíritu de santidad pueda operar eficazmente en su vida.
La teología luterana nos recuerda de la pecaminosidad del pecado, y de la gracia de Dios al vestir al hombre finito y pecador con la perfección de Cristo. La teología reformada señala al propósito de nuestra existencia, que debemos glorificar a Dios, que la vida recta es una marca de los elegidos, y que se debe esperar progreso en la vida cristiana. La doctrina de Keswick da énfasis al ministerio presente y diario del Espíritu Santo, que viene a luchar contra las intrusiones de la carne. La posición de la Alianza señala al ministerio del Espíritu Santo, que viene a hacer una realidad la morada de Cristo en nosotros. La posición wesleyana, a pesar de estar expresada en un lenguaje difícil de sostener, ha sido la fuente de un clamor por una experiencia cristiana vital. Los puntos de vista de las Asambleas de Dios sobre el tema reflejan una afinidad básica con la posición reformada, pero con suficiente latitud para abarcar un amplio rango de puntos de vista que desafiarían al creyente a dar lugar en su vida al Espíritu de santidad.
Notas1. Gerhard Kittel, Theological Dictionary of the New Testament, trans. G.W. Bromiley (Grand Rapids: Wm. B. Eerdmans Publishing Co., 1964), I, 111.
2. Martin Luther, Disputation Against the Scholastics, 1517. (Unpublished translation by George W. Forell).
3. John Dillenberger, Martin Luther: Selections from His Writings (Garden City, New York: Doubleday & Co., 1961), 502.
4. Martin Luther, Ninety-Five Theses, No. 4 (Unpublished translation by George W. Forell).
5. John Calvin, Institutes of the Christian Religion, translation F.W. Battles (Philadelphia: Westminster Press, 1960), 1031.
6. Charles Hodge, Systematic Theology (Grand Rapids: Wm. B. Eerdmans Publishing Co., 1946), III, 221.
7. Steven Barabas, So Great Salvation (Westwood, New Jersey: Revell, n.d.), 105.
8. Ibid., 90.
9. A.B. Simpson, Christ Our Sanctifier (Harrisburg, Pennsylvania: Christian Publication, 1963), 11.
10. Loc. cit.
11. Ibid. 12.
12. John Wesley, A Plain Account of Christian Perfection (London: Wesleyan-Methodist Book House, n.d.), 56–57.
13. Myer Pearlman, Knowing the Doctrines of the Bible (Springfield, Missouri: Gospel Publishing House, 1937), 308.
14. William I. Evans, This River Must Flow (Springfield, Missouri: Gospel Publishing House, 1954), 20–21.
15. Ibid., 23.
16. Ibid., 26.
17. E.S. Williams, Systematic Theology (Springfield, Missouri: Gospel Publishing House, 1953), III, 34.
18. Loc.cit.
TOMADO DE:
http://www.ag.org/enrichmentjournal_sp/top/200804_fruitofspirit.cfm
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